TEGUCIGALPA, HONDURAS.
La pregunta no era si Ucrania iba a conseguir liberar la ciudad de Jersón y el territorio ocupado al oeste del río Dnipro, la pregunta era cuándo iba a suceder. En las últimas horas, la peor pesadilla de Rusia puede hacerse real: las tropas de la Z abandonan posiciones defensivas en el frente y comienzan su evacuación al otro lado del río. Son 4.600 kilómetros cuadrados en total.
En los últimos días, varios dirigentes ucranianos prometían buenas noticias. Pueden ser estas: el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, ha ordenado el repliegue. «Los asentamientos no pueden ser abastecidos ni funcionar por completo, la vida de las personas allí está constantemente en peligro», aseguró lacónico leyendo el parte de guerra.
Rusia ya ha fracasado en su «Operación Militar Especial». Ahora sólo cabe medir el peso de ese descalabro. ¿Puede ser la enésima treta de Rusia? Puede ser, pero ese engaño no va a mejorar la posición rusa más allá del río.
Resulta extraño que la retirada se anuncie antes de haberse producido, al menos, en su totalidad. ¿Qué incentivo van a encontrar los militares rusos que tengan que sostener líneas mientras embarcan sus compañeros? Es curioso que Putin, que lleva toda la guerra tomando las decisiones militares, cargue siempre la responsabilidad en sus generales para dar las malas noticias, convirtiéndolos en los chivos expiatorios. Pero el descrédito para toda la élite moscovita es imparable.
Desde este momento, la moral rusa está a prueba. La maniobra acaba de comenzar y no se debe descartar que Rusia acabe por montar una maskirovka.
Mijailo Podolyak, asesor del presidente Zelenski, aseguró: las acciones hablan más que las palabras. No vemos señales de que Rusia se vaya de Jersón sin luchar».
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