Florida, Estados Unidos.- El hondureño José Rafael Sosa Méndez alias “Chafalo”, se declaró culpable ante la Corte del Distrito Sur de Florida por conspirar para traficar cocaína hacia Estados Unidos.
La decisión, la tomó después de cuatro meses tras su llegada, dando un giro en su destino legal y se alinea con la ruta que muchos hondureños siguen al enfrentar cargos en territorio estadounidense tras confesar ante la contundencia de las pruebas.
Aunque su estadía en una prisión federal apenas comienza, Sosa Méndez no esperó largos juicios ni prolongadas audiencias.
Su admisión de culpa por participar en una operación de tráfico de cocaína desde Centroamérica hacia Estados Unidos, le abre ahora la posibilidad de negociar una condena menor.
Pero también lo convierte en una ficha clave dentro del proceso para desmantelar redes internacionales de narcotráfico.
La historia de Sosa Méndez comenzó el 5 de marzo de 2017, cuando lo capturaron en Jutiapa, Atlántida.
En ese entonces, no fue por drogas, sino por portación ilegal de armas de uso prohibido.
Pero las sospechas iban más allá. A su alrededor ya circulaban nombres, rutas y vínculos con redes criminales. Incluso con hechos violentos como el asesinato del futbolista Arnold Peralta.
Desde ese momento, quedó bajo la lupa. Mientras cumplía condena en la Penitenciaría Nacional, en Támara, la justicia estadounidense ya lo pedía en extradición.
Extradición desde Honduras
La Corte Suprema de Justicia autorizó su extradición diferida, una figura legal que permite cumplir primero la pena nacional antes de ser enviado al país solicitante.
Fue así que el 4 de marzo de 2025, Sosa Méndez abordó el vuelo que lo llevaría al epicentro de sus acusaciones: Florida.
Allí, lo esperaban cargos por el tráfico de más de cinco kilogramos de cocaína, transportada desde Centroamérica a suelo estadounidense.
La fiscalía lo vincula con redes internacionales de narcotráfico que operan en la sombra, pero con logística precisa y tentáculos bien definidos.
La confesión de Sosa Méndez
En julio de 2025, tras revisar la evidencia y evaluar su situación, Sosa Méndez tomó la decisión: confesó.
Aceptó que formó parte de la red, que su papel no era menor y que sabía exactamente hacia dónde iba la droga.
La estrategia era clara: una declaración de culpabilidad que, con suerte, pudiera reducir los años de encierro.
Su confesión representa un patrón. Como muchos otros extraditados hondureños, cuando se ven frente a las pruebas, prefieren colaborar y confesar antes que enfrentar una cadena perpetua o décadas tras las rejas.
Narcotráfico en Honduras: Sosa Méndez, una pieza más del engranaje
Para las autoridades estadounidenses, el caso de Sosa Méndez es clave para seguir conectando puntos dentro de una red mayor.
El narcotráfico, lejos de ser una operación aislada, se mueve como una maquinaria con operadores, financistas, enlaces y transportistas.
Cada confesión como la de Sosa Méndez, ofrece pistas, nombres y rutas que ayudan a construir nuevos casos.
Y también envía un mensaje: la cooperación con la justicia puede cambiar el curso de una condena, pero no borra el crimen.


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