TEGUCIGALPA, HONDURAS.
Durante la mayor parte de los últimos tres años -1.016 días para ser exactos- China estuvo cerrada al mundo. La mayoría de los estudiantes extranjeros abandonaron el país al comienzo de la pandemia. Los turistas han dejado de visitar el país. Los científicos chinos han dejado de asistir a conferencias extranjeras. A los ejecutivos expatriados se les prohibió volver a sus empresas en China.
Así que cuando el país abra sus fronteras el 8 de enero, abandonando los últimos restos de su política de “cero contagios”, la reanudación de los contactos comerciales, intelectuales y culturales tendrá enormes consecuencias, en su mayoría benignas.
Antes, sin embargo, habrá horror. Dentro de China, el virus hace estragos. Decenas de millones de personas se contagian cada día. Los hospitales están desbordados. Aunque la política de cero covid salvó muchas vidas cuando se introdujo (con un gran coste para las libertades individuales), el gobierno no se preparó adecuadamente para su relajación almacenando medicamentos, vacunando a más ancianos y adoptando protocolos sólidos para decidir qué pacientes tratar y dónde. Nuestros modelos sugieren que, si el virus se propaga sin control, unos 1,5 millones de chinos morirán en los próximos meses.
No hay mucho que los extranjeros puedan hacer para ayudar. Por miedo a parecer débil, el gobierno chino rechaza incluso las ofertas de vacunas gratuitas y eficaces procedentes de Europa. Pero el resto del mundo puede prepararse para los efectos económicos del gran giro del Partido Comunista.
No serán fáciles. La economía china podría contraerse en el primer trimestre, especialmente si las autoridades locales dan marcha atrás y cierran las ciudades para reducir los casos. Pero finalmente la actividad económica repuntará con fuerza, junto con la demanda china de bienes, servicios y materias primas. El impacto se dejará sentir en las playas de Tailandia, en empresas como Apple y Tesla, y en los bancos centrales del mundo. La reapertura de China será el mayor acontecimiento económico de 2023.
A medida que avance el año y pase lo peor de la ola de cólera, muchos de los enfermos volverán al trabajo. Los compradores y viajeros gastarán con más libertad. Algunos economistas calculan que el PIB de los tres primeros meses de 2024 podría ser una décima superior al del convulso primer trimestre de 2023. Un repunte tan pronunciado en una economía tan enorme significa que China por sí sola podría impulsar gran parte del crecimiento mundial durante ese periodo.
El partido apuesta por ello. Espera ser juzgado no por la tragedia que su incompetencia está agravando, sino por la recuperación económica que vendrá después. En el discurso de fin de año de Xi Jinping, el jefe del partido agradeció a los trabajadores afectados por la pandemia que se mantuvieran valientemente en sus puestos y, aunque reconoció los “duros desafíos” que se avecinan, prometió que “la luz de la esperanza está justo delante de nosotros”. Parecía deseoso de mirar más allá de la pandemia, haciendo hincapié en las posibilidades de una rápida reactivación económica en 2023 y ofreciendo razones para sentirse orgulloso de vivir en una China en ascenso bajo el gobierno del partido.
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