PARAGUAY
Las dos principales candidaturas a las elecciones del 30 de abril en Paraguay llegan a la recta final con un empate técnico en intención de voto, con un apoyo directo de alrededor del 35% tanto para la candidatura de la organización derechista tradicional denominada Partido Colorado, que gobierna casi ininterrumpidamente desde hace 75 años (ANR por sus siglas oficiales), como para la candidatura progresista de oposición, una coalición de casi 200 partidos y movimientos de izquierda, centro-izquierda y derecha moderada que se presenta a las elecciones bajo la marca de Concertación Nacional.
La participación en las últimas elecciones
En 2018, las últimas elecciones generales realizadas en Paraguay, la participación joven fue sensiblemente más baja que la participación general del conjunto de la población del país (algo menos del 62%, que ya fue una cifra baja en relación con la de otros procesos electorales paraguayos previos, en los que rondaba el 65%). En aquellas elecciones de 2018, votó alrededor del 52% de la población paraguaya entre 18 y 29 años (el dato para los menores de 23 años desciende al 47%), mientras que en el segmento poblacional adulto (de 30 a 64 años) la participación rondó el 66%, y en los mayores de 65 años fue cercana al 63%. La participación electoral en 2018 fue, en su conjunto, baja, y la de la juventud, aún algo más reducida que la media de los otros segmentos demográficos y también que la media a nivel nacional.
Las dos principales candidaturas a las elecciones del 30 de abril en Paraguay llegan a la recta final con un empate técnico en intención de voto, con un apoyo directo de alrededor del 35%
Sin embargo, estas cifras reducidas de la participación electoral observadas en los comicios paraguayos de 2018 parece que van a cambiar en esta ocasión, con una participación general que casi con total seguridad será más elevada (incluso rondando el 70% según algunas fuentes). Hay cuatro motivos generales para sostener esta afirmación.
En primer lugar, porque la participación de 2018 fue la más baja en unas elecciones presidenciales en la historia democrática del país, lo que hace suponer que esa anomalía estadística podría no repetirse. En segundo término, porque a pesar de que por Ley el voto siempre ha sido obligatorio en Paraguay, hasta ahora no se han aplicado de manera efectiva las sanciones por no votar, algo que en esta ocasión —según informa el Gobierno en diversas plataformas oficiales— parece que cambiará, siendo penalizados los votantes que no acudan a las urnas con una multa de 98.000 guaraníes (12 euros). El tercer motivo para considerar que la participación aumentará es que en esta ocasión hay una clara competencia electoral real entre las dos principales candidaturas, pues, a diferencia de 2018, las encuestas dan serias opciones de victoria a la Concertación Nacional si esta coalición es capaz de concentrar el voto del cambio político. Y la cuarta razón es que el partido gobernante, la ANR, ante el riesgo real de perder el poder, regará de dinero el sistema electoral tratando de comprar —como siempre han hecho elección tras elección— todos los votos que sean posibles para no perder acceso a las instituciones y a los recursos gubernamentales.
Por qué la juventud vota menos en Paraguay
No existen apenas estudios exhaustivos ni trabajos científicos desarrollados en profundidad que expliquen la menor participación de la juventud en las elecciones paraguayas, pero entre los analistas y especialistas se refieren algunos factores que podrían apuntar algunos posibles motivos para esa menor participación:
Sin duda, en primer lugar, está el factor educativo: el sistema educativo de Paraguay está marcado por el autoritarismo de 35 años de dictadura militar y, en consecuencia, como observa y sugiere el politólogo Marcello Lachi, es un sistema que “enseña a respetar la autoridad, no a elegirla”. La educación paraguaya no desarrolla el pensamiento crítico, dejando indefensos ideológicamente a la mayoría de jóvenes del país (a excepción de quienes militan en partidos o grupos activistas), hasta que la vida les va dando las herramientas para entender la política de su país o les fuerza a la necesidad de posicionarse políticamente. Eso hace que la juventud, en parte, no esté interesada en la política electoral, porque la educación nacional no les ayudó a entender el concepto de elección como algo propio de la responsabilidad ciudadana. Con el paso de los años, estos jóvenes van entrando en el sistema clientelar del ámbito laboral, familiar o profesional, ámbitos en los que necesitan votar para que el político resuelva los problemas que la vida les va presentando. La política, por tanto, es irrelevante a los intereses de los jóvenes hasta que, al separarse de sus padres, formar una familia y tener un trabajo que mantener, necesitan de las redes políticas para progresar, apoyo político que devuelven con su voto.
El segundo factor son las redes sociales: su uso está mucho más extendido entre los jóvenes, y en éstas el ciudadano o ciudadana puede informarse, pero la inmediatez de estos canales y los contenidos tan exiguos, reducidos a la mínima expresión, hacen que el debate político sea muy poco atractivo en este medio, las redes sociales, en las que gana mucho más espacio el entretenimiento sin política explícita.
El tercero de los factores es una sensación entre la juventud paraguaya —parecida a la que movilizó a los jóvenes en España durante el 15-M en 2011— que puede resumirse en el dicho de “todos son lo mismo”, o sea, todos los políticos son iguales, todos son corruptos. Por esta sensación, existe en Paraguay un enorme desprecio hacia la política por parte de los jóvenes (en parte justificado por la inmensa corrupción a la que les tiene acostumbrados el partido gobernante, la ANR). Este desprecio a la política lleva a la desmovilización electoral, y muchos jóvenes paraguayos rechazan la oferta electoral como un todo, lo que les empuja hacia posiciones reaccionarias o de anti-política.
El cuarto factor tiene que ver con que ese distanciamiento de la política es funcional a otro elemento relevante para la juventud, porque te evita problemas con tus compañeros, familiares o amigos en una etapa de tu vida en que mantener las amistades y sostener el equilibrio emocional es más importante que el voto o la alta política del país. No comprometerse políticamente con un grupo o ideología concreta tiene, a menudo, ventajas en la etapa juvenil que con el tiempo se van desvaneciendo por la necesidad de generar redes de apoyo más sólidas y económicamente eficaces.
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