Seguro que todos hemos sentido ansiedad en alguna situación, los hormigueos en el estómago, los temblores, la tensión o un ritmo cardíaco excesivo. Estos síntomas corresponden a la ansiedad, que aunque no lo creas, también tiene un papel crucial en el cerebro. Diríamos que la ansiedad nos ha acompañado en múltiples situaciones a lo largo de nuestra vida. Así pues, se puede decir que, a pesar de ser desagradable, por sí misma no es patológica y de hecho, cumple una función adaptativa. Sin embargo, esto puede cambiar.
Cuando nos afecta de un modo desmedido, de manera intensa e interrumpe en nuestras actividades diarias, podemos considerar que ya no cumple tal función adaptativa. De esta forma, puede generar problemas de salud física, mental y una disminución de nuestro rendimiento. Dando paso a entidades clínicas como las fobias, el trastorno de ansiedad generalizada o ataques de pánico, entre otros. Y especialmente, causando efectos adversos en nuestro cerebro.
Diferencia Entre Estrés y Ansiedad
Empecemos por definir y distinguir el estrés de la ansiedad. El estrés es el resultado de la incapacidad de la persona frente a las demandas del ambiente. Es la relación entre carga y resistencia, todas las personas podemos cargar un cierto nivel de estrés cotidiano, esto depende por supuesto de la resistencia personal sobre las demandas del ambiente. Por otro lado, la ansiedad hace referencia a una reacción emocional frente a una amenaza manifestada a nivel cognitivo, fisiológico, motor y emocional. Así pues, la ansiedad, el miedo y el estrés, a pesar de sus diferencias, están muy relacionados.
La importancia del hipocampo y la amígdala
Para poder comprender mejor y con más profundidad la ansiedad es importante conocer las áreas cerebrales implicadas. Los estudios realizados muestran que no existe una región única y específica encargada de la integración de la ansiedad. Ni tampoco un único sistema de neurotransmisión. Sin embargo, existe un gran número de centros nerviosos que participan en la producción y modulación de la ansiedad en el cerebro.
Nos centraremos en dos zonas, la amígdala y el hipocampo. Esta primera es una estructura localizada en el lóbulo temporal relacionada con la supervivencia y el miedo. Es decir, si nos encontrásemos ante factores externos que pudieran suponer una amenaza, la amígdala se activaría para indicarnos que hemos de alejarnos de esa amenaza y así, incrementar las posibilidades de supervivencia.
La amígdala recibe la entrada de otras estructuras, como el hipotálamo, el tálamo y el hipocampo. Este último, importante en la consolidación de la memoria y el aprendizaje, tiene la función de almacenar los sucesos peligrosos en forma de recuerdos para poder evitarlos en situaciones futuras.
En otras palabras, gracias a los signos de advertencia que se manifiestan como síntomas, generados por la amígdala, cuando nos encontramos en situaciones estresantes es que somos capaces de reaccionar y empezar a actuar en busca del aliviamiento de los mismos. Así mismo, también se genera un proceso de aprendizaje, de parte del hipocampo, de forma que la siguiente vez que se es sometido a la misma situación estresante ya sabemos manejar mejor la situación, aliviando mas rápido los síntomas.
El daño de la ansiedad en el cerebro
Cuando hablamos de ansiedad y cerebro, un área crucial es el córtex prefrontal. Este se encarga de regular las emociones entre otras muchas funciones y sufre un deterioro en su funcionamiento ante la ansiedad crónica.
Las investigaciones constatan que las personas con un trastorno de ansiedad presentan una amígdala hiperactiva, es decir, en continua activación procesando cualquier estímulo como amenazante. Por otro lado, la corteza prefrontal se encuentra hipoactiva. Esto genera que la regulación de las emociones que hemos mencionado no se lleve a cabo del modo correcto y la ansiedad se prolongue.
Todo ello, sumado al desequilibrio consecuente de los neurotransmisores involucrados. Lo que da como resultado que la persona que lo sufre se encuentre en un bucle de ansiedad del que le es muy difícil salir.
Estudios realizados demuestran que el estrés y la ansiedad, cuando se prolongan en el tiempo, no solo tienen efectos en el momento en el que aparecen. También existe un efecto a largo plazo que genera efectos dañinos para el cerebro. Tal es la gravedad, que puede conllevar un aumento del riesgo de desarrollar desórdenes neuropsiquiátricos. Algunos destacados son la depresión y recientemente se ha descubierto su relación con la demencia (entre las más frecuentes el Alzheimer y demencias vasculares).
En conclusión
La ansiedad es una emoción normal que todos hemos sentido alguna vez, un mecanismo adaptativo que nos permite poder actuar ante una amenaza, nos protege. Sin embargo, cuando esta persiste, se intensifica y se torna incontrolable, empieza a considerarse patológica. Casos como estos han empezado a incrementarse exponencialmente en los últimos años.
El papel de la ansiedad en el cerebro está confirmado. Lo que puede dar lugar a numerosos trastornos, entre ellos, afecciones cardiovasculares y alteraciones psicosomáticas.
Por ende, tener en cuenta y ser conscientes de esta emoción es clave para su control, siendo de reconocida e importante utilidad las herramientas psicoterapeúticas.
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