ESTADOS UNIDOS
En una habitación sellada detrás de un grupo de guardias armados y tres altas hileras de alambre de púas en el Depósito Químico de Pueblo del Ejército en Colorado, un equipo de brazos robóticos estaba ocupado desarmando parte de las últimas enormes y espantosas reservas de armas químicas de Estados Unidos.
Habían proyectiles de artillería llenos de letal agente mostaza que el Ejército había almacenado durante más de 70 años. Los robots de color amarillo brillante perforaron, vaciaron y lavaron cada cáscara, y luego las cocieron a 815 grados Celsius. Del proceso salió chatarra inerte e inofensiva, la cual cayó de una cinta transportadora a un contenedor de basura marrón ordinario con un sonido metálico resonante.
“Ese es el sonido de una arma química muriendo”, afirmó Kingston Reif, quien pasó años presionando por el desarme fuera del gobierno y actualmente es el subsecretario adjunto de defensa para la reducción de amenazas y el control de armas. Reif sonrió cuando otro proyectil resonó en el contenedor de basura.
La destrucción de las reservas ha llevado décadas, y el Ejército afirma que el trabajo está casi terminado. El depósito cerca de Pueblo destruyó su última arma en junio; el puñado restante en otro depósito en Kentucky será destruido en los próximos días. Cuando desaparezcan, todas las armas químicas declaradas públicamente en el mundo habrán sido eliminadas.
Las reservas de Estados Unidos, acumuladas durante generaciones, eran de una magnitud impactante: bombas de racimo y minas terrestres llenas de agentes nerviosos. Proyectiles de artillería que podían cubrir bosques enteros con una niebla mostaza abrasadora. Tanques repletos de veneno que podían cargarse en aviones y rociarse sobre los objetivos en tierra.
Eran un tipo de armamento considerado tan inhumano que su uso fue condenado después de la Primera Guerra Mundial pero, aun así, Estados Unidos y otras potencias continuaron desarrollándolas y acumulándolas. Algunos tenían versiones más letales de los agentes de cloro y mostaza, que se volvieron infames en las trincheras del frente occidental. Otros contenían agentes nerviosos desarrollados más tarde, como VX y sarín, que son letales incluso en pequeñas cantidades.
No se tiene conocimiento de que las fuerzas armadas de Estados Unidos hayan usado armas químicas letales en batalla desde 1918, aunque durante la Guerra de Vietnam usaron herbicidas como el Agente Naranja que eran dañinos para los humanos.
Estados Unidos alguna vez también tuvo un enorme programa de armamento biológico y guerra bacteriológica; esas armas fueron destruidas en la década de 1970.
En 1989, Estados Unidos y la Unión Soviética acordaron en principio destruir sus arsenales de armas químicas, y cuando el Senado ratificó la Convención sobre Armas Químicas en 1997, Estados Unidos y otros firmantes se comprometieron a deshacerse de las armas químicas de una vez por todas.
Pero su destrucción no ha sido fácil ya que fueron construidas para ser disparadas, no desarmadas. La combinación de explosivos y veneno las hacen excepcionalmente peligrosas de manejar.
En una oportunidad, funcionarios del Departamento de Defensa calcularon que el trabajo podría realizarse en unos pocos años a un costo aproximado de 1400 millones de dólares. Hoy, ese proceso está en su etapa final tras décadas de retraso, con un costo cercano a los 42.000 millones de dólares, 2900 por ciento por encima del presupuesto.
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