Hubo un tiempo en que las rancheras eran las reinas de las emisoras mexicanas. Sus letras, en muchos casos melancólicas, eran un ungüento para curar los dolores causados por el desamor, cantadas a todo pulmón en cantinas, entre sorbo y sorbo de tequila, con la figura del hombre ranchero poderoso desplomado por un rechazo. Entre aquellas rancheras destacaban las canciones de Vicente Fernández, retirado ya de los escenarios, pero que llega a los 80 años con una voz inalterada y como el gran representante de un género que ahora languidece. Chente —como le llaman los mexicanos— ha mantenido viva esta herencia musical en más de 50 años de una carrera cargada de éxitos y no exenta de polémicas. “Es y seguirá siendo el número uno. En este momento no hay quien los sustituya”, dice, rotundo, Martín Urieta, compositor mexicano que ha firmado 25 canciones hechas famosas por Vicente Fernández, el rey de las rancheras.
Fernández nació en Huentitán El Alto, localizado en el Estado de Jalisco (oeste de México), famoso por la música de mariachis y la producción de tequila. Desde los ocho años, cuando recibió de regalo una guitarra, aquel chico soñaba con convertirse en intérprete de un género que ha dado nombres como los de Pedro Infante, José Alfredo Jiménez, Javier Solís y Jorge Negrete, la mayoría muertos jóvenes y en la cumbre de sus carreras.
De adolescente siguió el sueño cantando en eventos familiares y en restaurantes, con una voz que apabullaba, un canto hondo que en las próximas décadas se convertiría en acompañante de todo jolgorio, fiesta de pueblo, desfile de caballos, encierros taurinos o velada de despecho de México y más allá de sus fronteras. En Centroamérica, por ejemplo, Fernández es idolatrado, visto como el mayor exponente de la cultura ranchera, asociada a las haciendas ganaderas, dominada por hombres fuertes, vestidos de sombreros de ala ancha, vaqueros ajustados y botas puntiagudas y que a la vez aman los palenques, con esas peleas de gallo también cantadas por Fernández. Pura testosterona.
No fue un inicio fácil. El joven Fernández se unió a grupos locales y tocó las puertas de disqueras y emisores importantes del México de finales de los años cincuenta y principios de los sesenta del pasado siglo, una época de oro para la música y el cine, que marcaba el paso en Latinoamérica. Fue en 1965 cuando la emisora CBS (hoy Sony Music) le abrió las puertas y con ello el camino al éxito. En 1976 se empotró irremediablemente en el corazón de los mexicanos, con una canción de desamor: aquel “Volver, volver a tus brazos otra vez” fue el golpe que necesitaba para ocupar su lugar en el Olimpo de la música folclórica mexicana. Hasta la fecha ha grabado más de 80 discos de los que ha vendido más de 70 millones de copias. Su palmarés recoge dos premios Grammy, cuatro Grammy Latino y seis Billboard. Cuenta con su nombre grabado en el Paseo de la Fama de Hollywood, al lado de figuras como Louis Armstrong o Frank Sinatra. De hecho, el diario estadounidense The Houston Chronicle lo bautizaba en 1991 como “el Sinatra de la música ranchera.” El periódico lo definió como “el cantante supremo, el hombre que hizo las cosas a su manera”.
Y debido a esa forma de vivir la vida, a su manera, también ha protagonizado polémicas. En España las autoridades iniciaron en 2013 una investigación sobre blanqueo de dinero del narcotráfico colombiano a través de distintos eventos: determinaron que los narcos colombianos pudieron blanquear hasta cinco millones de euros en la gira de despedida del charro mexicano, aunque no se determinó la implicación de Fernández en este caso. Él también ha hecho comentarios polémicos, como cuando en su concierto de despedida en México en 2016, ante más de 100.000 personas, dijo lo siguiente en caso de encontrarse un día cara a cara con Donald Trump: “Le voy a escupir la cara y le voy a mentar la madre”. Fernández ya en 2016 había publicado un corrido con el que mostraba su apoyo a la entonces candidata demócrata Hillary Clinton. “Señora Clinton, estoy aquí para pedirle que cuando llegue a la presidencia no se olvide de todos mis hermanos mexicanos y latinoamericanos”. Tampoco escondía, para decepción de muchos de sus seguidores en Venezuela, su admiración por el fallecido Hugo Chávez, a quien visitó en Miraflores en 2012 y con quien cantó Lástima que seas ajena, uno de sus grandes éxitos. El año pasado protagonizó su más reciente polémica, al afirmar que rechazaba recibir un trasplante de hígado por si el donante era “homosexual o drogadicto”.
Vicente Fernández, en el centro, acompañado de su nieto Alex Fernández y su hijo Alejandro Fernández, durante la gala de los Grammy Latino del pasado noviembre, en Las Vegas (Nevada, EE UU).
Vicente Fernández, en el centro, acompañado de su nieto Alex Fernández y su hijo Alejandro Fernández, durante la gala de los Grammy Latino del pasado noviembre, en Las Vegas (Nevada, EE UU). CHRIS PIZZELLO GTRESONLINE
La relación con su familia también ha tenido altibajos. Muy documentados han sido los desencuentros con su hijo, Alejandro, apodado El potrillo, con quien ha tenido varias discusiones y a quien ha regañado públicamente por no hacer las cosas como el padre esperaba. A Vicente no le gusta, entre otras cosas, que su vástago se haya pasado a la música pop. La desavenencia parece haber terminado el año pasado, cuando ambos compartieron escenario, junto al hijo de Alejandro, en la ceremonia de los premios Grammy. El potrillo, a su vez, vive una vida de excesos marcada por el alcohol: en 2018 fue desalojado de un vuelo por negarse a ponerse el cinturón y apagar su móvil, ha cantado borracho en los conciertos y protagonizado peleas en bares de la capital mexicana.
En febrero otro de los hijos de Vicente Fernández, de mismo nombre, fue señalado de haber agredido a su exesposa, Karina Ortegón, aunque él negó esas acusaciones en una entrevista con la televisión mexicana. Pero el momento más angustioso que ha vivido la familia Fernández ocurrió en 1998, cuando Vicente hijo fue secuestrado durante 121 días, le mutilaron tres dedos y lo liberaron después del pago de una suma millonaria.
Aunque en México Vicente Fernández es un artista idolatrado, también cuenta con sus detractores. Gustavo Alvite, locutor y promotor musical, muestra su repudio al hombre con el que, dice, trabajó durante 40 años. Al ser consultado por este diario, Alvite respondió: “no tengo el menor interés de hablar de esa persona. Ya le hice el caldo gordo hablando mejor que bien y trabajando para él más de 40 años, para que ahora se revele como el ser ingrato y egoísta que siempre fue. He decidido ya no ser el apologista de quien no lo merece”.
Quien sí sigue alabándolo es Martín Urieta. El autor de 25 canciones hechas famosas por Fernández considera que él es el último gran representante de la música ranchera mexicana. “Ni Solís, Infante o Negrete tuvieron la fortuna de enfrentarse a las leyes del tiempo. Vicente los superó y no hay alguien que lo sustituya. Su voz está intacta a los 80 años y no podemos saber si Infante, por ejemplo, continuaría igual a la misma edad. Este es un mérito grande de Vicente: permanecerá como el número uno.” Urieta visitó hace unos meses a Fernández en su rancho y dice que a pesar de haber sufrido cáncer y a las intervenciones médicas a las que ha sido sometido, el músico está en buen estado. Hasta cantó para él y otros amigos. “Está prácticamente descansado, cantando como nunca. Está desperdiciando ese vozarrón que tiene al haberse retirado”. El rey, dice Urieta, debería, como lo afirma su gran éxito, volver, volver, volver.
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