Después de pasar dos años vacías, las 228 habitaciones del Hotel Ararat de Belén estaban listas para recibir a los turistas, pero el coronavirus volvió a arruinar las esperanzas de una Navidad normal en la ciudad donde nació Jesús.
El abeto con bolas doradas y la figura de Papá Noel decoran el gran vestíbulo de mármol, pero la recepción del establecimiento está desierta.
Aquí, como en otros hoteles de Belén -ciudad palestina de Cisjordania-, los responsables ni siquiera se toman la molestia de abrir sus puertas. Las decoraciones son sólo para animar a los pocos empleados que no fueron despedidos.
Los habitantes de Belén pensaban que habían superado la siniestra página del coronavirus después de una Navidad sombría el año pasado, la primera de la era covid-19.
A partir del 1º de noviembre, turistas y peregrinos habían podido regresar a Belén después de que Israel, cuyo ejército ocupa Cisjordania desde 1967 y controla todas las entradas a ese territorio palestino, abriera sus puertas a los visitantes vacunados.
Pero menos de un mes más tarde, cuando los comercios habían hecho sus pedidos para reponer sus existencias y los hoteles estaban otra vez listos, el país volvió a cerrar las fronteras después de la confirmación de un caso de ómicron.
Desde entonces, Agustín Shomali, director del hotel Ararat, comprueba «todos los días las informaciones relativas al aeropuerto de Tel Aviv» esperando su reapertura a los turistas, única salvación posible para su establecimiento situado a pocos minutos de la basílica de la Natividad, lugar de nacimiento de Jesús según la tradición cristiana.
– Aprender a vivir con el coronavirus –
«La tasa de ocupación del hotel debía ser del 70% para Navidad, pero todas las reservas del extranjero fueron canceladas», explica Shomali. Habrá que contentarse con el turismo local, pero «no superará el 5%», precisa.
Este año, como el anterior, la misa de gallo estará reservada a un restringido círculo de personas invitadas por la Iglesia, y que deberán utilizar mascarilla.
Antes de la pandemia de coronavirus, más de tres millones de personas visitaban en promedio Belén cada año.
Esta ciudad, donde la tasa de desempleo pasó del 23% al 35% en dos años, se ha visto afectada por la crisis sanitaria como ninguna otra en Cisjordania, ya que depende exclusivamente del turismo, señala Carmen Ghattas, directora de relaciones públicas del ayuntamiento.
Desde su oficina en la Plaza del Pesebre, donde se instaló un pesebre de tamaño natural al pie de un gigantesco abeto, lamenta no tener ningún control sobre la entrada de los turistas a su ciudad, donde la mayoría de los habitantes están vacunados.
En otras partes del mundo, los lugares turísticos están abiertos a los visitantes vacunados si respetan las normas sanitarias, señala Ghattas. «Aquí, a los turistas simplemente se les prohíbe la entrada y eso está afectando a nuestra economía. Es necesario que abran (el aeropuerto) porque el coronavirus no va a desaparecer, hay que aprender a vivir con él», dice.
Consciente de las dificultades, y en forma de compensación, el gobierno palestino donó 700 séqueles (menos de 226 dólares) a los comerciantes que presentaron la solicitud. «Una gota de agua», según Ghattas.
A dos pasos del ayuntamiento, Afram Chahine fuma un cigarrillo en la entrada de su tienda de cerámicas. En dos años vendió por el equivalente a 20 euros (22,5 dólares).
«Antes de la pandemia, 20 euros representaba el precio de mis cigarrillos todos los días. Sólo se salvaron las panaderías, farmacias y tiendas de comestibles», lamenta./AFP.
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