En el confinamiento provocado por la pandemia, lo que debe reinar es la empatía, comunicación y solidaridad entre las personas.
Ese es el consejo de Fabiola Núñez, catedrática de la Escuela de Ciencias Psicológicas de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) al analizar la situación interpersonal entre familiares.
“Si físicamente no podemos estar juntos, pero en forma virtual si lo podemos estar y quizás una llamada telefónica puede ayudar mucho a enfrentar el aislamiento”, agregó.
Nos ponen en cuarentena porque hay un riesgo de contagio del Covid 19, “pero también hay soledad en muchos casos”, reconoció.
La ansiedad también forma parte de ese cuadro social, «pues nos empuja a preguntarnos que hasta cuándo terminará este encierro», agregó.
Calor
“Necesitamos el calor de los demás” y que no nos destruyamos entre nosotros mismos, según Núñez.
Sugirió que se debe hacer todo lo posible para que el miedo no nos atrape y nos obligue a tomar decisiones no recomendables.
“Hay que comprender que la enfermedad no se transmite por el hecho que pasemos frente a una casa donde presuntamente haya personas contagiadas por el coronavirus”, señaló
“La pandemia se combate cuando practico una buena higiene como lavarme las manos, uso de mascarillas y las demás medidas de bioseguridad”, planteó.
“Por ahora, hay mucho estigma, pero yo le digo a la población hay que ser solidarios entre nosotros”, añadió.
Tras la muerte de un paciente de Covid 19, lo que se debe hacer es iniciar un tratamiento sicológico con toda la familia doliente, recomendó.
El objetivo es enfrentar precisamente ese estigma y la sensación de rechazo que puede existir hacia los parientes de la víctima, de acuerdo a la experta.
“No es que toda la comunidad se va a infectar por el hecho que se sepulte a esa persona en un camposanto cercano”, señaló.
Eso no es así, “porque el virus debe estar en un cuerpo vivo para poderse propagar”, subrayó.
También las autoridades han advertido que “es inhumano» impedir la cristiana sepultura de una persona que muere por Covid 19.
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