Nicaragua – Humberto Ortega Saavedra tuvo sólo dos operaciones guerrilleras de calibre en su vida y ambas salieron muy mal. La primera fue en 1967, cuando un comando sandinista intentó atacar la caravana del dictador Anastasio Somoza Debayle en Managua. Todo falló y cayó preso. La segunda fue en 1969 en Alajuela, Costa Rica, cuando ideó y dirigió un complot para intentar liberar de una prisión a Carlos Fonseca Amador, figura hagiográfica del sandinismo. De nuevo, todo falló y no sólo cayó preso, sino que fue herido de gravedad por dos balas calibre 38 y 45: una le atravesó el pecho, rozando su corazón, y la otra, la más grande, impactó en su hombro derecho. Lo paralizó y comenzó a desangrarse. Lo salvaron en el Hospital San Juan de Dios de San José, pero perdió la movilidad de sus manos y dedos. La secuela resultó fatal para sus andanzas guerrilleras. Quedó no apto para combatir, algo que fue determinante para su vida política y militar: se volvió un “estratega” insurreccional y bélico que lo llevó a ser el jefe del Ejército Popular Sandinista (EPS), después que derrocaron a la dinastía somocista en 1979. Figura insoslayable –al igual que temida– de los sandinistas en la década siguiente, y primer jefe militar en democracia que fue clave para la profesionalización de las fuerzas armadas en los años noventa.
Ortega, una persona con muchas credenciales –”más sombras que luces”, dicen sus detractores–, ha fallecido la madrugada de este 30 de septiembre en Managua a los 77 años de edad bajo el cautiverio de su hermano mayor y su cuñada, Daniel Ortega y Rosario Murillo. Un día antes de su fallecimiento, el Ejército de Nicaragua emitió un comunicado en el que informaron que el militar “presentó un deterioro brusco de su condición con choque cardiogénico”.
“El día 11 de junio de 2024 a las 18.50 horas, se recibió al paciente Humberto Ortega Saavedra de 77 años de edad, procedente de su domicilio acompañado de médicos tratantes (Dr. Ariel Argüello y Dr. Jesser Rizo)”, indica la nota del Hospital Militar. “Se recibió quejumbroso, con tendencia a la hipotensión, con ruidos pulmonares sugerentes de falla cardiaca agudizada y con datos de infección de tejidos blandos en miembro inferior izquierdo, concluyendo que el paciente cursaba con datos de sepsis y falla cardiaca”, refiere el centro médico.
El General en retiro Humberto Ortega Saavedra ha muerto por complicaciones cardíacas, agravadas y aceleradas por la casa por cárcel de facto que la pareja presidencial le impuso desde el 19 de mayo de 2024. El militar fue cercado por un contingente policial horas después de conceder una entrevista al periodista Fabián Medina publicada en Infobae, y en la que emitió unas críticas que agriaron a la pareja presidencial. Dijo que su hermano mayor, como líder del régimen autoritario, no tiene sucesores. Una crítica que, como dardo certero, dio en la diana del plan de sucesión familiar que empuja, sobre todo, su cuñada.
“Sin Daniel no hay nadie, porque, con todo y todo, Daniel es el único líder, histórico, que aún conserva los créditos de esa lucha. Sin Daniel veo muy difícil que haya unos dos o tres que se junten. Mucho menos uno en particular, y más difícil en la familia. Hijos que no han tenido el acumulado de una lucha política”, sostuvo Ortega Saavedra en referencia a su sobrino, Laureano Ortega Murillo, el hijo que la pareja presidencial aúpa como delfín para la sucesión dinástica.
La respuesta de su hermano y su cuñada no sólo fue cercarlo policialmente, sino que todos los trabajadores de servicios y escoltas de Ortega Saavedra fueron arrestados. Al militar le quitaron sus celulares y computadoras. Lo aislaron y días después la Policía Nacional reconoció la medida de casa de cárcel de facto en un inusual comunicado: la institución informó que el Ministerio de Salud instaló en las afueras de la casa del exjefe del Ejército una unidad de médicos para monitorear su salud, delicada desde meses atrás, a tal punto que fue sometido a una intervención quirúrgica.
La familia de Ortega Saavedra advirtió de que él necesitaba atención médica especializada debido a los problemas coronarios y unas llagas en sus piernas. Sin embargo, la pareja presidencial desoyó y un médico del Minsa ingresaba a la vivienda a tomarle únicamente la presión al militar en retiro. Tres semanas después de iniciado su cautiverio, el enfermo fue trasladado de urgencia por los policías al Hospital Militar con síntomas de haber sufrido un infarto. El 28 de mayo de 2024, en cadena nacional, Ortega llamó “traidor” a su hermano.
Ortega Saavedra no es el primer líder histórico sandinista que muere bajo cautiverio de los Ortega-Murillo, es decir en manos del Estado. Antes fue el comandante Hugo Torres Jiménez, general en retiro, quien colapsó en la cárcel de El Chipote por falta de atención médica adecuada para una persona de 73 años con padecimientos crónicos. Torres Jiménez fue trasladado a un hospital, pero ya era muy tarde para recuperar su salud.
Una relación complicada con su cuñada
Varios exguerrilleros sandinistas y analistas políticos coinciden que el hecho que Ortega Saavedra haya descartado de la sucesión dinástica a Rosario Murillo y Laureano Ortega fue percibido como una afrenta imperdonable para su cuñada. Ella trabaja desde antes de 2018 en un plan para suceder a su esposo. Si bien la “copresidenta” Murillo ocupa la primera línea de la sucesión constitucional, ha trabajado arduamente por perfilar a su hijo Laureano, actual asesor presidencial para inversiones, canciller de facto, y ahora encargado de las relaciones del régimen de sus padres con Rusia y China primordialmente.
Fuentes ligadas a la familia Ortega Saavedra relataron que Murillo y su cuñado siempre han tenido una relación atropellada, incluso desde antes que triunfara la revolución sandinista en 1979. La entonces primera dama en la etapa revolucionaria no se llevaba bien con la esposa de su cuñado, una costarricense que se llama Ligia Trejos. Esta era más dedicada a los hijos, y tenía menos proyección pública que Murillo.
Aunque la animadversión era mutua, las fuentes cercanas a la familia Ortega Saavedra recuerdan que la actual “copresidenta” desdeñaba a Trejos y a Humberto por su “opulento” estilo de vida. “Rosario se dirigía de manera despectiva a los hijos de Humberto; los criticaba hasta por la ropa que usaban”, relata la voz cercana a la familia presidencial. “Ella ocupaba esas cosas para cuestionar políticamente a Humberto y debilitar la relación que mantenía con Daniel, porque los hermanos sí tenían un vínculo político”.
Otra fuente sandinista dijo que Murillo siempre tuvo “una obsesión” por apartar a Daniel Ortega de influencias externas. Esto lo ha logrado en la actualidad, aunque no fue así en los ochenta. Aunque es el hermano menor, el exjefe del Ejército, siempre tuvo un rango de incidencia sobre el caudillo sandinista. A pesar de las diferencias, Daniel Ortega solía tomar en cuenta las consideraciones de estrategia militar, políticas o de diplomacia de su hermano menor. “Como militar, Humberto es bien pragmático y siempre ha visto a la Rosario como una loca, impulsiva, violenta y agresiva. Pero no solo es por la posición emocional de ella, Humberto es realista: sabe de las antipatías internas que siempre ha generado el liderazgo de ella”, señala la fuente.
Murillo siempre ha visto en su cuñado a un competidor del poder de su esposo y, por consiguiente, el suyo. Dora María Téllez, exguerrillera sandinista y desterrada política, dijo que la relación entre la “copresidenta” y su cuñado se fue tensando a medida que ella ganaba poder. “Sin embargo, no creo que al final de cuentas tenga tanto que ver con animadversiones personales, sino que es un tema de competencia política”, plantea la excarcelada. “Ortega y Murillo han visto en Humberto a un competidor, alguien molesto, que no se somete a su control, que no está sujeto a ellos. Él puede decir cualquier cosa, como lo ha hecho. Entonces ese asedio hacia Humberto, el mismo hacía miles de nicaragüenses, es para callarlo. Humberto es una voz fuera del país que se le salió de las manos”, añade Téllez.
Un “estratega brillante”
En una conversación con la exguerrillera Mónica Baltodano, recogidas en Memorias de Lucha Sandinista, Téllez asegura que Ortega Saavedra era “brillante en análisis estratégico, pero nunca ha tenido balance en sus consideraciones”. “Es bien extremista y eso es lo que siempre deterioró su capacidad de análisis. Pasó de ofrecer postes de luz a la burguesía, a convertirse en uno de ellos. Es una cosa totalmente contradictoria”, valoró Téllez, la mítica Comandante Dos del Asalto al Palacio.
Ortega Saavedra nació en 1947 y en su juventud, siguiendo a su hermano Danie se sumó a la lucha antisomocista de manera clandestina. Los hermanos no fueron fundadores del Frente Sandinista de Liberación Nacional, pero años más tarde se convertirían en dos de las figuras principales de la insurrección y la revolución. Después de interceptar fallidamente la caravana de Somoza Debayle y salir de prisión, el joven Ortega Saavedra se va a Cuba a entrenar militarmente.
La segunda gran operación guerrillera fue la liberación –también fallida– de Carlos Fonseca. Ortega Saavedra regresó a Cuba donde lo sometieron a varias operaciones que le devolvieron, parcialmente, la movilidad de sus manos. En la isla se hizo muy cercano a Fidel Castro. Coinciden exguerrilleros sandinistas que era el “mimado” del dictador cubano. En esa etapa, desde Cuba y Costa Rica donde volvió, el militar desarrolla por completo su faceta de militar.
En 1977, después de los operativos denominado “Octubre Victorioso” en contra de cuarteles de la Guardia Nacional, el Frente Sandinista estaba dividido en tres facciones: Los Proletarios, Guerra Popular Prolongada (GPP) y los llamados Terceristas. La facción de los Terceristas era liderada por los hermanos Ortega Saavedra. En este punto de la historia, las fuentes consultadas coinciden que Humberto fue clave en formular una estrategia de insurrección en las ciudades, contrario a la tendencia GPP que prefería guerrear contra Somoza en las montañas.
La estrategia de los Terceristas tuvieron mucho éxito, pero sobre todo proyección internacional por gestas como el Asalto al Palacio que debilitó al régimen somocista. “Humberto era percibido como un hombre hábil, sagaz, con enorme influencia entre los Terceristas. Humberto también tiene la visión de abrirse políticamente, de alianzas amplias con todos los sectores antisomocistas, incluso formaciones no pro socialistas. Eso fue un acierto. Esa apertura también les permitió acercarse a gobiernos anti somocistas como el de Panamá, Venezuela y Costa Rica. Esa política amplia permitió la formación del Grupo de los 12″, relata a EL PAÍS un exguerrillero que trabajó con Ortega Saavedra en los ochenta.
El exguerrillero, que por temor a represalias pide anonimato, asegura que cuando las tendencias sandinistas se unieron y derrocaron a la dictadura en 1979, muchos de los líderes sandinistas le tenían miedo a Humberto. Por eso deciden que sea Daniel Ortega el que encabece la Junta de Reconstrucción Nacional por parte de la Dirección Nacional Sandinista. En 1984, el hermano mayor de Humberto es electo presidente de Nicaragua, mientras que él queda como jefe del Ejército Popular Sandinista (EPS). En ese momento los hermanos se convierten en los dos hombres más fuertes de Nicaragua.
Prontamente explota la guerra entre sandinistas y la Contra, la guerrilla anti revolucionaria financiada por Ronald Reagan. Años cruentos para Nicaragua, de agresiones y graves violaciones a los derechos humanos mutuas entre los bandos. Era la guerra, un conflicto muy fratricida. En ese entonces, Ortega Saavedra era el principal estratega militar junto al general Joaquín Cuadra, segundo jefe del EPS.
La principal herida que los nicaragüenses nunca dejaron de reprochar a Ortega Saavedra fue la imposición del Servicio Militar Patriótico (SMP), mejor conocido como el “servicio militar obligatorio” para todo varón entre los 18 y 40 años. Miles de jóvenes fueron asesinados, al mismo tiempo que la Revolución Sandinista cometía atrocidades contra civiles, mujeres y la dirección vivía una vida opulenta, muy alejada de la austeridad que le exigían al “pueblo”.
En una entrevista con el diario La Prensa, Ortega Saavedra justificó el SMP como una medida cuando el Servicio Militar Voluntario fue “insuficiente para repeler la guerra de agresión de Estados Unidos”.
Impulsó la profesionalización del Ejército
En 1990, cuando la revolución sandinista perdió el poder en las urnas frente a la expresidenta Violeta Barrios de Chamorro, Humberto Ortega Saavedra mantuvo su cargo como jefe del Ejército. Antonio Lacayo, ministro de la presidencia de Barrios de Chamorro, aconsejó a la mandataria mantener al jefe militar para poder efectuar una transición política, que al final terminó siendo muy atropellado.
Fuentes militares consultadas para este artículo también coincidieron que Ortega Saavedra era un general “obsesionado con la profesionalización” del Ejército. De modo que fue clave para reducir el número de militares, quitarle el apellido sandinista a las fuerzas armadas, y convertirlas en un cuerpo apegado a la Constitución Política. “Fue un interlocutor importante durante la transición”, dice una fuente castrense.
En 1994, la expresidenta Barrios de Chamorro envió a retiro a Ortega Saavedra, quien se dedicó a escribir libros de memorias y apreciaciones políticas, mientras desarrolló una faceta de empresario de la que siempre renegó. El origen de su fortuna siempre ha sido cuestionada y muchos apuntan que la amasó con la venta ilegal de armas en los ochenta, o con la Piñata del noventa, es decir la repartición de bienes públicos que los sandinistas hicieron al perder el poder en 1990.
Ortega Saavedra, aparte de sus gustos exquisitos, fue un hombre que se consideraba “un intelectual”. Vivió apartado de la vida pública desde el año 1994 hasta su muerte, entre Nicaragua y Costa Rica, a excepción que cuando daba entrevistas. Vertía su punto de vista político de manera un tanto enrevesada, aunque tras el retorno al poder de su hermano fue endureciendo la crítica ante la deriva autoritaria del caudillo sandinista y su esposa. En 2021, en una entrevista con Andrés Oppenheimer en la cadena CNN, el general en retiro abogó por los presos políticos y dijo que no eran “terroristas”, como aseguraba el gobierno de su hermano.
Las críticas subieron de intensidad en sucesivas entrevistas. En marzo de 2023, Ortega Saavedra dio una entrevista a EL PAÍS y ya ninguneaba el papel de su cuñada, la vicepresidenta Murillo. “Ahí (gobierno) el fundamental es Daniel Ortega, por eso yo nunca menciono a nadie más que a él, porque sin Daniel Ortega no hay nadie que pueda sostener esta situación en Nicaragua. Yo siempre hablo de Daniel Ortega, sin tratar de irrespetarla a ella, porque él es responsable de lo que pasa en Nicaragua. Yo no puedo estar viendo el lente a través de ella”, dijo.
Fuentes cercanas al general en retiro –que mantuvo comunicación con EL PAÍS hasta el día antes de su arresto domiciliario– afirmaron que él ya se sentía muy enfermo, cerca de la muerte, y que por eso dio esa última entrevista al periodista Fabián Medina criticando la sucesión dinástica, a sabiendas que podía sufrir represalias. “Creo que él decidió inmolarse cerca de la muerte. A mí me parece que Humberto lo percibe como una última gran contribución suya para buscarle una salida a Nicaragua”, dijo la fuente.
La feminista y ex revolucionaria sandinsta María Teresa Blandón, tiene otra visión tras la muerte de Ortega Saavedra. Dijo a EL PAÍS en el exilio, en Costa Rica: “Con la muerte de Humberto se va la figura más importante de la guerra de los ochenta y todo lo que supuso esa herida, la herida más grande de Nicaragua. Él era el señor de la guerra”.
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