La guerra que Ucrania tanto temía y parte del mundo no quiso creer ha empezado. El presidente ruso, Vladimir Putin, ordenó a sus tropas llevar a cabo una operación militar especial en la región de Donbás. En un polémico discurso televisado, Putin aseguró que la ocupación pretendía «desnazificar» Ucrania y «proteger a las personas de los abusos y del genocidio que son objeto por parte del Gobierno ucraniano desde hace ocho años».
Putin apeló a los militares de Ucrania: «Juraron ante el pueblo ucraniano, no sigan las órdenes de la junta, los insto a que depongan las armas y se vayan a casa». Desde la madrugada empezaron a escucharse disparos cerca del principal aeropuerto de Borispol, en Kiev y las fuerzas terrestres han empezado el avance sobre Ucrania.
El ejército ha atacado, por ahora, nueve regiones y, en los primeros momentos, ha tratado de neutralizar infraestructuras militares y aeropuertos. Las tropas rusas también avanzan en territorio ucraniano desde Bielorrusia y Crimea. Han cruzado ya varios puntos fronterizos en la región de Kiev, a más de 50 kilómetros de Bielorrusia.
El este del país ha sido el primer objetivo de la invasión. En Chuguev, a 30 kilómetros de Járkov, los bombardeos rusos resonaron toda la noche. Un hombre llora a su padre, muerto por el lanzamiento de un misil, mientras dos inmuebles de cinco pisos quedaron completamente destruidos. El humo negro era visible desde lejos.
La amenaza no llega solo del cielo. El ejército ucraniano ha tomado las principales carreteras del este. Varias explosiones sacudieron Mariupol, la principal ciudad portuaria al este del país.
En la capital ucraniana se suceden las explosiones, también en Jarkov, a 40 kilómetros de la frontera con Rusia, la segunda ciudad más importante del país. Las sirenas de alerta de ataque aéreo suenan en Kiev y en Odesa. «Pedimos a todos acudir urgentemente a los refugios de protección civil», dice el mensaje del Ayuntamiento.
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