TEGUCIGALPA, HONDURAS.
Desde que comenzó la pandemia de covid-19, los sistemas de salud de muchos países han estado bajo una enorme presión debido al gran número de personas que necesitan tratamiento por las complicaciones de la enfermedad. Tres años después, la ciencia ha alcanzado resultados esperanzadores en nuevas formas de tratar a los pacientes.
La pandemia de covid-19 ha causado estragos en todo el mundo con cerca de 7 millones de fallecidos. En las Américas el número de fallecidos se aproxima a los 3 millones, mientras que en España este número ronda las 120 000 muertes
Desde que comenzó la pandemia, los sistemas de salud de muchos países han estado bajo una enorme presión debido al gran número de personas que necesitan tratamiento por las complicaciones de la enfermedad. En todo este tiempo, el personal médico y científico ha trabajado incansablemente para encontrar tratamientos efectivos y seguros.
Vencer a la asfixia
Una de las complicaciones más comunes del covid-19 es la insuficiencia respiratoria aguda, también conocida como síndrome de dificultad respiratoria aguda severa (SDRAS). Este síndrome supone una dificultad extrema para respirar que puede llevar a los pacientes a la asfixia.
En los casos graves, la única solución es introducir un tubo por las vías respiratorias para administrar oxígeno. Pero se trata de un procedimiento invasivo que requiere sedación y puede tener graves efectos secundarios, como infecciones y potenciales daños en la garganta y los pulmones. Además, estas intubaciones se llevan a cabo en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), que pueden llegar a saturarse.
Por todo ello, antes de proceder a la intubación, el personal sanitario intenta facilitar la respiración recurriendo a técnicas menos agresivas o terapias no invasivas. Con un riesgo: retrasar la intubación podría ser contraproducente e incluso poner en riesgo la vida del paciente.
Aire a presión para respirar
La solución a esta disyuntiva ha venido de manos de la ciencia. Por un lado, de una técnica de terapia respiratoria no invasiva llamada presión positiva continua en las vías respiratorias (CPAP, por sus siglas en inglés). Consiste, sencillamente, en colocar una mascarilla que bombea aire a presión. Esta técnica ayuda a mantener las vías respiratorias abiertas al presionar suavemente el aire en los pulmones del paciente.
Pero existe también otra técnica que consiste en emplear una cánula nasal de alto flujo (HFNC, por sus siglas en inglés). Se trata de un tubo nasal que suministra aire con mayor flujo y humedad, proporcionando una cantidad constante de aire y oxígeno.
Investigadores del Hospital Enfermera Zendal de Madrid, en colaboración con la Universidad de Castilla-La Mancha, examinaron cómo funcionaba combinar estos dos tratamientos no invasivos para pacientes con covid-19 que sufrían el síndrome de dificultad respiratoria aguda. ¿Conseguiría mejorar lo bastante la respuesta del paciente para evitar su empeoramiento y su posible intubación?
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