La máxima autoridad del Vaticano, el papa Francisco, aterrizó este día en Irak, a pesar de recientes bombardeos y amenazas por parte de grupos radicales.
Cabe mencionar que este acto es histórico debido a que nunca antes un papa había visitado la capital mundial de la religión Chiita, viejos enemigos del cristianismo.
Entre fuertes medidas de seguridad y con mascarilla por las medidas anticovid, el papa de 84 años viajó como «un peregrino de la paz» para reconfortar a una de las más antiguas comunidades cristianas del mundo, marcada por la violencia y la pobreza.
Durante su estancia, que terminará el lunes tras recorrer 1.445 kilómetros especialmente por aire para evitar las zonas donde se esconden los yihadistas, el pontífice argentino también tenderá la mano a los musulmanes y se reunirá con el gran ayatolá Alí Sistani, la máxima autoridad chiita.
El jefe de los 1.300 millones de católicos del mundo evocó todos los asuntos candentes en Irak ante sus principales dirigentes, entre ellos el presidente Barham Saleh, quien le envió una invitación oficial para esta visita sin precedentes.
Basta de violencia
«Que ninguno sea considerado ciudadano de segunda clase, sobre todo los cristianos –1% de la población en este país musulmán– ni los yazidíes, minoría perseguida por el grupo yihadista Estado Islámico (EI) que vendió a miles de sus mujeres en mercados de esclavos», indicó.
El pontífice denunció así «una barbarie insensata y deshumana» perpetrada en Irak, la antigua Mesopotamia, «cuna de la civilización».
El argentino recordó «la antiquísima presencia de los cristianos en esta tierra», donde según la tradición nació Abraham, y abogó por «su participación en la vida pública» como «ciudadanos que gozan plenamente de derechos, libertad y responsabilidad».
Tras esta etapa política, el papa inició la parte más espiritual y popular de su viaje.
A pesar de todo, el papa llamará a los cristianos a continuar en o a regresar a Irak, donde permanecen 400.000 fieles contra 1,5 millones hace 20 años.
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