A raíz del inicio de la pandemia, los cubrebocas han sido una de las medidas de salud pública más polémicas en Estados Unidos, simbolizando la división partidista sobre el papel que debe tener el gobierno sobre las libertades individuales.
Estas preocupaciones emergen justo después del gran crecimiento de la variante delta, una forma muy infecciosa del virus que primero se identificó en India y que ya se ha detectado en al menos 85 países. Ahora representa uno de cada cinco casos de contagio en Estados Unidos.
En mayo, los funcionarios federales de salud en Estados Unidos dijeron que las personas con esquema completo de vacunación ya no necesitaban usar mascarillas en espacios interiores. Ese lineamiento trajo una marea de cambios en la vida en Estados Unidos y preparó el terreno para una reactivación nacional que sigue ganando impulso.
Pero eso fue antes de la propagación de la variante delta. La Organización Mundial de la Salud, preocupada por un incremento global de casos, reiteró la semana pasada su recomendación de que todos incluso los vacunados, usen cubrebocas para frenar el avance del virus.
Barbara Ferrer, directora de salud pública del condado, dijo que la nueva recomendación era necesaria debido a un aumento en las infecciones, un incremento de casos ocasionado por la preocupante variante delta y a las elevadas y persistentes cifras de habitantes sin vacunar, en particular niños y residentes blancos y latinos, así como trabajadores esenciales.
Aproximadamente la mitad de los habitantes del condado de Los Ángeles están vacunados completamente y alrededor del 60 por ciento ha recibido al menos una dosis. Aunque la cantidad de pruebas positivas sigue por debajo del 1 por ciento en el condado, la tasa ha ido aumentando, dijo Ferrer, y se ha registrado un alza en la cantidad de reinfecciones entre personas que contrajeron el virus en el pasado y no se vacunaron.
El condado de Los Ángeles ha logrado controlar la pandemia gracias a la implementación de una estrategia multidimensional que combinó las vacunas con restricciones de salud destinadas a frenar las nuevas infecciones, comentó Ferrer. La inmunidad natural entre los que ya están infectados también ha mantenido baja la transmisión, indicó, pero no está claro cuánto tiempo durará la inmunidad natural.
“No queremos volver a suspender actividades o imponer medidas más drásticas”, dijo Ferrer. “Queremos seguir en el camino actual, que es mantener muy reducida la transmisión comunitaria”.
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