“Unos a la bulla y otros a la cabuya”, este es un refrán que se popularizó desde nuestros abuelos. Una sabiduría que ha llegado hasta nuestros días y que se aplica a la pandemia.
Mientras más del 10 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA), pierde sus fuentes de trabajo por la suspensión de la actividad económica y otro gran porcentaje ha dejado de percibir ingresos por el simple hecho de no salir a la calle, donde normalmente se rebusca a diario para el sustento de su familia, los laboratorios privados tienen jugosas ganancias.
A diario se observan largas filas de capitalinos en busca de pruebas del Covid-19, puesto que las empresas ahora exigen esta evaluación médica para la contratación de personal.
Es interesante ver que la necesidad del empleo y el hambre son los detonantes para un negocio de grandes magnitudes, especialmente en las principales ciudades de Honduras.
De acuerdo con lo expresado por algunas personas, cada prueba rápida tiene un costo de 600 lempiras y las del hisopado unos 4,000 mil lempiras, en ciertos casos.
La gente no tiene tanto dinero para pagar estas cifras que podrían alimentar a una familia de cinco personas durante un mes.
COMENTARIOS