Acosados por la escasez, los colombianos más pobres incumplen el aislamiento obligatorio vigente desde el pasado 25 de marzo para rebuscar en las calles el sustento diario con el que solían alimentar a sus familias antes de la llegada de la pandemia que hasta el momento deja más de 4 mil contagiados.
Es lo que ocurrió en la barriada bogotana de Ciudad Bolívar, en el sur de la ciudad, donde decenas de personas se «tomaron» la Alcaldía local para exigir a las autoridades que agilicen la entrega de las ayudas prometidas a los más desfavorecidos.
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«Soy comerciante independiente y esta crisis nos ha golpeado en todos los ámbitos. El comercio está quebrado, los arriendos están corriendo y los negocios están cerrados. Desde el más pequeño hasta el más grande se está viendo afectado por esta crisis», dijo a Efe Ángel Méndez, líder social de esa inmensa barriada.
Junto a Méndez, un grupo de ciudadanos denunció que las autoridades han incumplido cinco acuerdos a los que llegaron sobre la salud y la alimentación de uno de los sectores más poblados y al mismo tiempo más necesitados de la capital colombiana, urbe de casi ocho millones de habitantes.
«La alcaldesa (de Bogotá, Claudia López) ayer anunciaba que ya entregó el 50 % de las ayudas, pero si vemos y hablamos con la gente del territorio, a ninguno les ha llegado o han sido contadas las personas que han recibido», agregó el líder.
Regreso de los cacerolazos
Más de cinco millones de colombianos dependen de la economía informal y sobreviven sin ingresos fijos mensuales, dinero que se ha esfumado poco a poco porque con la cuarentena obligatoria la mayoría no puede hacer ya sus actividades comerciales desde casa.
La voz de esa necesidad es el ruido de las cacerolas que han vuelto a escucharse en los barrios más vulnerables del país, donde los habitantes desesperados aguardan la llegada de alimentos y subsidios que el Gobierno prometió.
«Parecemos las vacas flacas, ya no tenemos aliento ni para caminar. Nos estamos muriendo no de virus sino de hambre. No hemos visto nada de lo que nos prometieron, estamos aguantando hambre», dijo a Efe Sandra Patricia Hurtado, habitante de Ciudad Bolívar.
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En ese sector habitan miles de desplazados que huyeron de sus tierras, despojados por los violentos del conflicto armado, o expulsados por la pobreza en que vivían.
«Estamos comiendo basura porque estamos cansados de andar pidiéndole a la gente. Nosotros no estamos pidiendo limosnas, estamos pidiendo nuestros derechos. Estamos viviendo en una ratonera», denunció Hurtado en medio de gritos.
La situación de esta mujer es la que diariamente viven miles de colombianos que, encerrados en sus hogares, piden ayuda desde las ventanas de sus casas en las que han puesto trapos rojos esperando recibir alimentos que alivien su necesidad.
Mientras, otros hacen enormes filas en las calles para recibir mercados, artículos de higiene o para cobrar un subsidio del Gobierno, cuya entrega fue suspendida temporalmente tras las denuncias de ciudadanos que encontraron inconsistencias en el registro de los beneficiados.
Como Hurtado, en cada rincón del país hay colombianos a los que el hambre se les convirtió en un asunto de vida o muerte, una situación que incluso los ha obligado a pedir alimentos de puerta en puerta en los vecindarios más prósperos.
«Desde que empezó esto hemos estado encerrados en las casas, pidiendo limosnas en los negocios. Nosotros no somos mendigos, ni una libra de arroz uno se come en la casa», agregó Hurtado quien llegó a Bogotá hace 16 años desplazada del convulso municipio de Tumaco, en el departamento de Nariño, fronterizo con Ecuador.
Saqueos a camiones de ayuda
Las ayudas que reciben los más desamparados, generalmente de donaciones entregadas por empresas o particulares, son insuficientes para alimentar a una familia por largos periodos.
El desespero de no tener que llevar a la mesa ha desencadenado disturbios y saqueos a las ayudas que envía el Gobierno y a comercios en algunas partes.
Desde Aracataca, tierra natal del nobel de Literatura Gabriel García Márquez, hasta el agroindustrial departamento del Valle del Cauca, las autoridades han redoblado la seguridad de los vehículos que transportan las ayudas, mientras algunos supermercados han cerrado sus puertas para blindarse de los disturbios y asaltos.
El lunes, por ejemplo, en el municipio de Fundación, en el caribeño departamento del Magdalena, hubo saqueos y disturbios en algunos comercios.
También ocurrieron desórdenes en Medellín, donde cerca de un centenar de personas bloquearon una carretera del noroeste de la ciudad para reclamar ayudas humanitarias.
El Gobierno nacional inició este mes la entrega de un millón de mercados en todo el país, pero la cifra quedará corta teniendo en cuenta que el presidente Iván Duque prolongó el aislamiento obligatorio hasta el próximo 11 de mayo.
El Programa Mundial de Alimentos de la ONU advirtió este martes que el hambre podría duplicarse en el mundo por la pandemia, mientras tanto en Colombia, los más vulnerables intentan sobrevivir como bien pueden.
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