El golpe de Estado perpetrado el lunes en Myanmar por el ejército, que detuvo a la jefa de facto del gobierno civil Aung San Suu Kyi y a otros dirigentes, suscitó una avalancha de condenas en todo el mundo.
“Estados Unidos se opone a cualquier intento de alterar el resultado de las recientes elecciones o impedir la transición democrática en Myanmar, y tomará acciones contra los responsables si esas medidas no se revierten”, dijo la vocera de la Casa Blanca, Jen Psaki, en un comunicado.
Por su parte, el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, pidió al ejército birmano “liberar a todos los responsables del gobierno así como a los dirigentes de la sociedad civil y a respetar la voluntad del pueblo de Myanmar tal y como se expresó en las elecciones democráticas del 8 de noviembre”.
Washington, como otros países occidentales, había instado al ejército, el 29 de enero, a “adherir a las normas democráticas”, cuando el jefe del ejército, el general Min Aung Hlaing, declaró que la Constitución del país podía ser “revocada” en ciertas circunstancias.
“Condeno con firmeza el golpe en Myanmar. El gobierno legítimo debe ser restituido, en línea con la constitución del país y la elecciones de noviembre. Llamo a la liberación inmediata e incondicional de todos los detenidos”, apuntó en un tuit la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
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