TEGUCIGALPA, HONDURAS
Cuando llegan estas fechas es común adornar la casa y el ambiente con todo tipo de artículos, accesorios y costumbres. En Navidad, las viviendas se convierten en una exhibición de la mezcla de culturas que han dado lugar a la sociedad actual, donde tradiciones de claro origen cristiano, como la representación del portal de Belén, se combinan con otras de procedencia pagana, como cantar villancicos, colgar ramas de muérdago o de acebo, o adornar el árbol de Navidad, uno de los símbolos más icónicos de estas fiestas.
Breve historia del árbol de Navidad
En la antigua cultura nórdica se celebraba el Yulë, una fiesta en honor a los dioses de Asgard, que coincidía con el solsticio de invierno. Una de las costumbres era adornar un roble con manzanas. El roble honraba al dios Thor, protector de la humanidad, mientras que las manzanas se presentaban en honor a la diosa Idunn, quien empleaba este fruto para conceder el don de la inmortalidad a los dioses.
Se dice que Bonifacio, un monje benedictino inglés, en el siglo VIII, cuando llegó a Hesse, Alemania, y conoció este rito pagano, taló el roble y lo sustituyó por un abeto, que por su forma triangular pretendía representar la Santísima Trinidad cristiana. Mantuvo el adorno de las manzanas, pero como símbolo del pecado original, y añadió velas que simbolizaban la luz de Jesús.
Hoy las manzanas han sido sustituidas por bolas de colores y las velas por luces eléctricas; por lo demás, los árboles navideños modernos no han cambiado demasiado.
Diferencias entre pinos y abetos
Existe cierta confusión sobre si el árbol que utilizamos como símbolo de la Navidad es un pino o un abeto. Al fin y al cabo, ambos son coníferas de la familia de las pináceas, con bastantes rasgos en común: hojas en forma de aguja, tono verde oscuro, madera resinosa, estróbilos femeninos en forma de piña, e incluso sus granos de polen son muy similares, al microscopio. Comparten también estos rasgos el cedro, la pícea y el pinsapo, este último endémico del sur de España.
Sin embargo, hay ciertas características que distinguen claramente un pino de un abeto. En primer lugar, pertenecen a géneros distintos: El abeto es Abies alba, especie hermana del pinsapo (A. pinsapo), mientras que el pino pertenece al género Pinus, y existen varias especies.
El abeto tiene las hojas cortas, de entre 1 y 3 centímetros de longitud, generalmente aplanadas, distribuidas a lo largo de las ramas, y sus piñas se disponen erectas en la rama. El porte del árbol es generalmente cónico, con las ramas inferiores más largas que las superiores, y terminado en punta; la forma característica del árbol de Navidad. Los ejemplares más grandes de abeto pueden superar los 50 metros de altura.
El abeto es originario de las zonas montañosas del centro de Europa. Se extiende de forma natural por los Cárpatos, los Balcanes, la cordillera de los Alpes —incluyendo los Dináricos—, los montes Apeninos, el Massís Central y en la isla de Córcega. En España las poblaciones de abeto se extienden por los Pirineos, y en el parque natural de Montseny, en Barcelona. Además, se encuentra introducida y naturalizada en prácticamente todo el norte de Europa.
Por su parte, el pino tiene las hojas bastante más largas y, en lugar de distribuirse por las ramas, se agrupan en pequeños ramilletes (de entre 2 y 5 hojas), que emergen de unas pequeñas estructuras pardas denominadas braquiblastos. Además, a lo largo de las ramas cuentan también con unas pequeñas hojillas marronáceas en forma de escamas cobertoras. Las piñas del pino suelen disponerse colgantes o en disposición horizontal.
Respecto al porte, el pino adopta una amplia diversidad de formas y aspectos. Los individuos jóvenes mantienen ese aspecto más o menos cónico, pero ya de adultos, la silueta depende de cada especie, y en ocasiones, de cómo se desarrolle.
Algunas especies, como el pino albar (Pinus sylvestris) tienen el tronco recto y robusto, mientras que otras, como el pino de Alepo (P. halepensis) lo presentan tortuoso. Las copas pueden ser desde cónicas hasta completamente irregulares. Una de las especies más llamativas es, quizá, el pino piñonero (P. pinea), cuya copa, densa y de forma aparasolada, emerge a varios metros del suelo, dejando el tronco desnudo.
El árbol de Navidad moderno
Actualmente, la mayoría de los árboles de Navidad modernos son sintéticos, pocas veces se emplean árboles reales. Están disponibles en una amplia variedad de formas y tamaños, desde pequeños ‘miniarbolitos’ para adornar un escritorio, hasta enormes estructuras cónicas, que ocupan el centro de grandes plazas.
Aunque conserva para algunas personas su esencia cristiana, hoy el abeto de Navidad se considera un mero símbolo de las celebraciones de diciembre. De hecho, la tradición de decorar un árbol ha sido adoptada por millones de personas en todo el mundo, pertenecientes a distintas culturas y creencias.
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