Al menos tres personas murieron en las protestas en Birmania el sábado, tras una violenta noche de represión, en la que cientos de manifestantes desafiaron el toque de queda para celebrar vigilias por los muertos en las movilizaciones desde que los militares se hicieron con el poder.
Desde el golpe de Estado del 1 de febrero, la junta militar que asumió el poder reprime un movimiento de protesta sin precedentes, al que trata de frenar de forma cada vez más violenta, recurriendo incluso a la munición real. De momento, más de 70 manifestantes han muerto, según la ONU.
Pero se siguen produciendo multitudinarias manifestaciones en todo el país exigiendo la puesta en libertad de la líder Aung San Suu Kyi –detenida el mismo 1 de febrero– y el retorno de la democracia.
En las protestas del sábado, las fuerzas de seguridad reprimieron con dureza la movilización en Mandalay, la segunda ciudad del país, y más de 20 personas, incluyendo un monje, resultaron heridas.
Al menos tres personas murieron, una de ellas de 21 años, según periodistas de la AFP y un médico.
En un centro médico improvisado, la hermana de Saw Pyae Naing lloraba junto al cuerpo de su hermano, mientras le acariciaba el rostro.
Estos incidentes tuvieron lugar un día después de que tres manifestantes perecieran en Rangún, la capital económica del país.
Según imágenes verificadas de las redes sociales tres manifestantes, uno de ellos de 18 años, fallecieron por disparos, durante enfrentamientos con las fuerzas de seguridad.
Antes de que se produjeran estos disturbios, cientos de manifestantes desafiaron el viernes por la noche el toque de queda imperante para celebrar varias vigilias con velas en todo el país.
Cerca de Rangún, en Hledan –que durante varias semanas fue el epicentro de las protestas–, varios manifestantes que portaban imágenes de Suu Kyi, se sentaron y oraron, mientras sostenían velas encendidas en homenaje a los fallecidos en las movilizaciones contra el golpe de Estado militar.
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