Rusia se está convirtiendo en un importante proveedor de vacunas contra la Covid-19 para América Latina, una medida que podría tener consecuencias duraderas en la configuración del mundo pospandémico y afectar aún más el prestigio de Estados Unidos en la región.
Si bien Moscú enfrenta protestas en su país y la condena por cuestiones de derechos humanos de Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Canadá y otros países occidentales, esos problemas han tenido poca resonancia en América Latina, donde la reciente publicación de una evaluación positiva revisada por pares de la vacuna rusa Sputnik V en The Lancet, la principal revista médica de Gran Bretaña, fue ampliamente celebrada.
Eduardo Valdés, ex diplomático y miembro de la coalición gubernamental Frente de Todos, quien ahora se desempeña como presidente del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados de Argentina, dice que hay una línea clara entre las negociaciones sobre vacunas y los factores externos.
Miran a Moscú en busca de ayuda
Aunque históricamente se ha visto como el «patio trasero» geopolítico de Washington, América Latina recurre cada vez más a Moscú en busca de ayuda para hacer frente a la pandemia. Seis países de la región (Argentina, Bolivia, México, Nicaragua, Paraguay y Venezuela) ya han autorizado el uso de la vacuna Sputnik V. Otros están considerando solicitudes de autorización, cada vez más urgentes dada la escasez mundial de vacunas disponibles.
El caso de Colombia es un ejemplo: Bogotá, el aliado regional más cercano de Estados Unidos, está ahora a punto de autorizar también al Sputnik V, una decisión que sorprendió a muchos debido a la estrecha alineación entre algunos sectores de la coalición gubernamental y el Partido Republicano de Estados Unidos. En el pasado, miembros de derecha del propio partido del presidente Iván Duque, el Centro Democrático, criticaron abiertamente la participación de Putin en América Latina.
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