Casi un mes después de un tercer cierre a nivel nacional, la mayor parte de Inglaterra parece estar en hibernación: las tiendas están cerradas, las calles principales están desiertas y los trenes están casi vacíos. Pero en un pequeño pueblo en el campo cerca de Cambridge, en el este de Inglaterra, hay un hervidero de actividad.
Con batas blancas de laboratorio y máscaras quirúrgicas, el personal aquí corre de máquina en máquina: robots y computadoras gigantes que son tan pesadas que están sobre placas de acero sólido para soportar su peso.
El proyecto de trabajo intensivo, que involucra a cientos de personas, se está llevando a cabo justo al final de la calle del pub de Cambridge al que Francis Crick entró en 1953 para declarar que había «encontrado el secreto de la vida»: la estructura del ADN.
Hoy, ese descubrimiento está permitiendo a los científicos detectar mutaciones peligrosas en el código genético del coronavirus que podrían hacer que la pandemia sea peor de lo que ya es.
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