La pandemia de SARS-CoV-2 ha generado una mayor preocupación por la transmisión de patógenos de humanos a animales y su potencial para amenazar la conservación y la salud pública.
Para evaluar esta amenaza, un grupo de científicos de la Universidad Estatal de Colorado realizaron una investigación que se acaba de publicar en Ecology Letters donde describen casi cien casos diferentes en los que las enfermedades se han revertido de los humanos a la vida silvestre, al igual que el SARS-CoV-2 ha podido propagarse en granjas de visones, leones y tigres de zoológicos y venados salvajes de cola blanca.
Los especialistas revisaron documentos de evidencia publicada de eventos de transmisión de humanos a vida silvestre, enfocándose en cómo dichos eventos podrían amenazar la salud animal y humana. Identificaron 97 ejemplos verificados, que involucran una amplia gama de patógenos; sin embargo, los huéspedes notificados eran en su mayoría primates no humanos o animales cautivos grandes y longevos. Relativamente pocos ejemplos documentados dieron como resultado morbilidad y mortalidad, y muy pocos condujeron al mantenimiento de un patógeno humano en un nuevo reservorio o un “desbordamiento secundario” posterior de regreso a los humanos.
COVID-19 originalmente pasó de otros animales a las personas, pero las enfermedades también se han propagado en sentido contrario, y tales eventos de “derrame” se describen en esos casi 100 estudios que los especialistas lograron recopilar y verificar. “Los informes documentados de personas que transmiten enfermedades a otros animales son probablemente solo la punta del iceberg”, explica Anna Fagre, perteneciente al Departamento de Microbiología, Inmunología y Patología de la Facultad de Medicina Veterinaria y Ciencias Biomédicas de la Universidad Estatal de Colorado, primera autora de la investigación.
El equipo de Fagre buscó en investigaciones publicadas anteriormente todos los artículos que describieran la transmisión de enfermedades de humanos a animales que no involucraran al nuevo coronavirus. El grupo identificó y evaluó esos 97 informes que involucraban bacterias, virus, hongos y parásitos. De estos casos, 57 incluían transmisión a primates, probablemente porque es más fácil que los patógenos salten entre humanos y especies más estrechamente relacionadas.
Muchos de los eventos de transmisión involucraron animales de zoológico, por ejemplo, un guepardo que contrajo una cepa de gripe humana. Pero también involucraron animales salvajes, como gorilas de montaña en Uganda que contrajeron varias infecciones bacterianas que causan diarrea.
No hubo casos confirmados de una enfermedad que se cruzara con una especie animal y continuara propagándose entre individuos. Pero se ha encontrado que varios zorrillos salvajes están infectados con influenza humana, lo que sugiere que puede haber una transmisión continua. Y el virus que causa COVID-19 ahora se está propagando ampliamente entre los venados de cola blanca en América del Norte.
Existe la posibilidad de que estas enfermedades puedan dañar a los animales afectados, pero también existe el peligro de que el patógeno humano mute mientras está en otro huésped y se vuelva más peligroso para las personas, si vuelve a cruzar a los humanos. “Creo que hay mucha más transmisión de la que estamos captando actualmente -afirma Fagre-. Cuando no estamos realizando un muestreo sólido, hay muchos caminos que podríamos estar pasando por alto”.
El huésped original del COVID-19 parecen haber sido los murciélagos, “aunque pudo haber habido una etapa intermedia en los pangolines antes de que llegara a nosotros”, continúa Fagre. De los humanos, el coronavirus parece haber pasado a mascotas como gatos y también a visones de granja, lo que condujo a una matanza masiva en Dinamarca en 2020, debido a los temores de que el virus en los visones pudiera mutar a una variante más peligrosa.
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