Funcionarios de Estados Unidos viajaron en secreto a Venezuela este fin de semana en un intento por descongelar las tensas relaciones con el mayor aliado del presidente ruso Vladimir Putin en Latinoamérica, un país petrolero cuyo reingreso al mercado energético estadounidense podría mitigar las repercusiones económicas de un posible embargo al petróleo ruso.
De momento se desconoce cuál fue el resultado de las conversaciones con el gobierno del presidente Nicolás Maduro.
La inesperada visita ocurre luego de una labor de varios meses por parte de intermediarios —cabilderos estadounidenses, diplomáticos noruegos y ejecutivos de empresas petroleras— que le han pedido al presidente estadounidense Joe Biden reevaluar la campaña de “máxima presión” contra Maduro que heredó del gobierno de Donald Trump.
Pero la arriesgada idea de contactar a Maduro —quien se encuentra sujeto a sanciones económicas y ha sido acusado en Nueva York de narcotráfico— cobró inusitada urgencia a raíz de la invasión rusa de Ucrania, que amenaza con hacer disparar los precios del petróleo. Legisladores estadounidenses, tanto republicanos como demócratas, la semana pasada empezaron a expresar su apoyo a la idea de prohibir las importaciones de petróleo y gas natural de Rusia como la siguiente medida para sancionar a Putin por la invasión.
La delegación estadounidense estuvo encabezada por Juan González, director del Hemisferio Occidental para el Consejo de Seguridad Nacional, revelaron dos fuentes informadas de la visita y que pidieron permanecer anónimas. González estuvo acompañado por James Story, quien era embajador de Estados Unidos en Caracas cuando el gobierno de Trump cortó relaciones con Maduro en 2019 y reconoció al líder opositor Juan Guaidó como el presidente legítimo del país.
Pero fue la presencia de otro funcionario del Departamento de Estado, Roger Carstens, enviado presidencial para asuntos de rehenes, lo que despertó esperanzas de que Maduro podría estar dispuesto a liberar a prisioneros estadounidenses como gesto de buena voluntad hacia el gobierno Biden.
Carstens había viajado a Caracas en diciembre y se había reunido, en la cárcel, con seis ejecutivos de Citgo, la empresa petrolera basada en Houston, el ex infante de Marina Matthew Heath y dos ex boinas verdes arrestados en conexión con un intento fallido de derrocar a Maduro lanzado desde la vecina Colombia.
El gobierno de Biden desde hace algún tiempo ha estado considerando la posibilidad de aliviar las sanciones contra Venezuela a cambio de un compromiso de parte de Maduro de regresar a un diálogo con la oposición, que se vio interrumpido el año pasado cuando un aliado del gobierno venezolano fue extraditado a Estados Unidos bajo cargos de corrupción, según dijo una fuente estadounidense que pidió permanecer anónima.
Una alternativa es permitir que Chevron, la última empresa petrolera estadounidense que queda en Venezuela, aumente la producción o que reanude las exportaciones a refinerías de la zona del Golfo de México capaces de procesar el espeso crudo venezolano, indicó el funcionario previo a las gestiones diplomáticas del fin de semana. Bajo las sanciones estadounidenses, Chevron no puede realizar actividades en Venezuela a excepción del mantenimiento básico de pozos que opera en conjunto con PDVSA, la empresa petrolera venezolana.
Maduro no ha dado indicio de que esté dispuesto a abandonar a Putin en estos momentos. Habló por teléfono con el mandatario ruso la semana pasada en una muestra de apoyo y asistió a una concentración en Caracas donde el embajador ruso fue ovacionado por la militancia del partido socialista en el poder.
“Es un crimen lo que están haciendo contra el pueblo ruso, una guerra económica”, declaró Maduro durante el evento. “Los sacaron del sistema Swift, les cerraron el espacio aéreo, les cerraron todo los vínculos comerciales, le cerraron y le prohibieron el uso del dólar. Es una locura lo que están haciendo con Rusia”.
Sin embargo, las sanciones contra Rusia y el apoyo bipartidista a un embargo petrolero total representan una amenaza para la capacidad de Maduro de maniobrar políticamente como lo ha hecho hasta ahora.
Rusia ha emergido como el principal comprador de petróleo crudo venezolano luego de las sanciones estadounidenses. El año pasado, PDVSA le vendió a Rusia crudo por valor de 2.500 millones de dólares, según un experto de la industria que pidió permanecer anónimo. Ese es el equivalente aproximadamente de una cuarta parte de todas las reservas en divisa extranjera que tiene el país sudamericano.
Si bien parte de esas ventas fueron usadas para cancelar deudas, más de 1.000 millones de dólares fueron transferidos de vuelta a Caracas para cubrir los costos operativos de PDVSA, dijo el experto de la industria. Ya que tiene congeladas sus propias cuentas en bancos estadounidenses y europeos, PDVSA recibe pagos por envíos petroleros mediante el banco ruso Promsvyazbank, una de las entidades sancionadas por el gobierno de Biden debido a sus vínculos con las fuerzas militares rusas.
Queda menos claro cómo la flexibilidad estadounidense afectaría los precios de la gasolina. A pesar de tener las mayores reservas petroleras del mundo, la producción en Venezuela cayó el año pasado al nivel más bajo en casi un siglo. Si bien la producción comenzó a recuperarse a fines de 2021, los 755.000 barriles diarios que Venezuela dijo que produjo en enero representa apenas una fracción de los más de 10 millones de barriles diarios producidos por Rusia el año pasado.
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