Ciudad del Vaticano- De nuevo asomado a la logia central de la basílica de San Pedro, tras la ausencia del año pasado por la pandemia, Francisco golpeó hoy de nuevo las conciencias con un mensaje de Navidad en el que aseguró que «nos hemos habituado a que las inmensas tragedias se pasen por alto» y que «corremos el riesgo de no escuchar los gritos de dolor y desesperación de muchos de nuestros hermanos y hermanas».
Ante miles de fieles congregados en la plaza de San Pedro, a pesar de la situación epidemeológica en Italia, Francisco afirmó que en este tiempo de pandemia «se refuerza la tendencia a cerrarse, a valerse por uno mismo, a renunciar a salir, a encontrarse, a colaborar».
Pero lamentó que esto también se observa «en el ámbito internacional» donde «existe el riesgo de no querer dialogar, el riesgo de que la complejidad de la crisis induzca a elegir atajos, en vez de los caminos más lentos del diálogo; pero son estos, en realidad, los únicos que conducen a la solución de los conflictos y a beneficios compartidos y duraderos».
Subrayó que todavía existen «muchos conflictos, crisis y contradicciones. Parece que no terminan nunca y casi pasan desapercibidos». «Nos hemos habituado de tal manera que inmensas tragedias ya se pasan por alto; corremos el riesgo de no escuchar los gritos de dolor y desesperación de muchos de nuestros hermanos y hermanas», criticó.
UNA TIERRA PLAGADA DE CONFLICTOS; DESDE SIRIA, AFGANISTAN A SUDAN DE SUR
Y como es habitual en sus mensaje de Navidad, que se convierten en un dura descripción de la actualidad, comenzó a enumerar los conflictos en el mundo e inició con Siria que vive «más de un decenio vive una guerra que ha provocado muchas víctimas y un número incalculable de refugiados».
Siguió con Irak, «que después de un largo conflicto todavía tiene dificultad para levantarse», y Yemen «donde una enorme tragedia, olvidada por todos, se está perpetrando en silencio desde hace años, provocando muertos cada día».
También recordó las «continuas tensiones entre israelíes y palestinos que se prolongan sin solución, con consecuencias sociales y políticas cada vez mayores» y habló de Belén sumida en una grave crisis económica provocada por la pandemia «que impide a los peregrinos llegar a Tierra Santa, con efectos negativos en la vida de la población», y Líbano «que sufre una crisis sin precedentes con condiciones económicas y sociales muy preocupantes».
Ante los fieles en la plaza de San Pedro en una jornada de incesante lluvia, Francisco pidió «al Niño que acaba de nacer» para los fieles católicos, que «conceda de paz y concordia a Oriente Medio y al mundo entero».
Pidió que sostenga «a todos los que están comprometidos en la asistencia humanitaria a las poblaciones que se ven forzadas a huir de su patria; consuela al pueblo afgano, que desde hace más de cuarenta años es duramente probado por conflictos que obligan a muchos a dejar el país».
Y también que dé apoyo al pueblo birmano, «donde la intolerancia y la violencia también golpean frecuentemente a la comunidad cristiana y los lugares de culto, y opacan el rostro pacífico de sus gentes». y que permita «que se propaguen en Ucrania las metástasis de un conflicto gangrenoso».
Rogó para que Etiopía «vuelva a encontrar el camino de la reconciliación y la paz a través de un debate sincero, que ponga las exigencias de la población en primer lugar» y para que se escuche «el grito de los pueblos de la región del Sáhel, que padecen la violencia del terrorismo internacional» y también pidió alivió para los países del norte de África y «para el sufrimiento de muchos hermanos y hermanas que sufren por los conflictos internos de Sudán y Sudán del Sur».
«Haz que en los corazones de los pueblos del continente americano prevalezcan los valores de la solidaridad, la reconciliación y la pacífica convivencia, a través del diálogo, el respeto recíproco y el reconocimiento de los derechos y los valores culturales de todos los seres humanos», dijo Francisco en la única referencia a América Latina.
QUE SE ENCUENTREN SOLUCIONES PARA LA PANDEMIA Y SUS CONSECUENCIAS
También tuvo palabras para confortar «a las víctimas de la violencia contra las mujeres que se difunde en este tiempo de pandemia» y «ofrecer esperanza a los niños y a los adolescentes víctimas de acoso y de abusos»
Y deseó que Dios «inspire a todas las personas de buena voluntad para que encuentren las soluciones más adecuadas que ayuden a superar la crisis sanitaria y sus consecuencias» y que «los corazones sean generosos, para hacer llegar la asistencia necesaria, especialmente las vacunas, a las poblaciones más pobres».
Rogó para que no seamos «indiferentes ante el drama de los emigrantes, de los desplazados y de los refugiados. Sus ojos nos piden que no miremos a otra parte, que no reneguemos de la humanidad que nos une, que hagamos nuestras sus historias y no olvidemos sus dramas».
Así como también pidió que nos hagamos «diligentes hacia nuestra casa común, que también sufre por la negligencia con la que frecuentemente la tratamos» y que «las autoridades políticas a llegar a acuerdos eficaces para que las próximas generaciones puedan vivir en un ambiente respetuoso para la vida».
Francisco concluyó antes de dar la bendición Urbi et Orbi (A la ciudad y al mundo) deseando que podamos «escucharnos entre nosotros y a dialogar como hermanos y hermanas».
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